En 1892, Jacinto Benavente inició su carrera literaria publicando Teatro fantástico, considerado como el texto fundacional del teatro modernista en España. Esta obra, sin embargo, no tuvo una gran acogida de crítica y público pues resultaba una apuesta demasiado arriesgada frente a la estética dominante en el escena española de la época: el drama neorromántico representado por Echegaray y su escuela. Rubén Darío fue el primero en entender el mensaje renovador de este primer teatro de Benavente y supo apuntar las fuentes que sirvieron de inspiración a su autor: por una parte, el desenfado y la gracia verbal de Shakespeare; por otra un ambiente de ensoñación importado del simbolismo francés, que se adornaba de una atmósfera de aparente inocencia y coqueta ambigüedad. En la introducción a la presente edición del Teatro fantástico, Javier Huerta Calvo y Emilio Peral Vega reivindican el valor intrínseco de un texto dramático insólito para la España de su tiempo, y constatan el importantísimo influjo que tuvo para la dramaturgia más renovadora del primer tercio del siglo xx: desde la generación modernista y Valle-Inclán hasta Lorca.
Considerado el texto fundacional del teatro modernista en España, Teatro fantástico rompió con la escena estética dominante en su época ejerció una poderosa influencia en el desarrollo de la dramaturgia española más innovadora del primer tercio del siglo xx.