Tras nueve años ejerciendo como abogada en un gran despacho, trabajando a destajo, sin horarios y sin vida, un cliente -una promotora inmobiliaria propiedad de una entidad bancaria- me ofreció un puesto ejecutivo: directora del departamento de sociedades participadas, la posibilidad de sentarme en el consejo de administración de catorce sociedades cuyo accionariado compartíamos con catorce socios distintos, cada uno con una manera propia de en...
Leer más