La conocida como "autora de los sentimientos", que acaba de publicar 'Donde todo brilla', nos cuenta una curiosidad para cada una de sus novelas

Nosotros en la luna

No tenía previsto escribir Nosotros en la luna y ahora es una de mis novelas más queridas. Todo empezó así: llevaba meses atascada con otra historia que no fluía y, un sábado cualquiera por la noche, abrí una hoja en blanco y escribí lo primero que me vino a la cabeza. Era una forma de intentar romper con el angustioso bloqueo.

Imaginé a dos personas que se cruzaban en el lugar y en el momento equivocado. Y surgieron ellos. A la mañana siguiente, ya era incapaz de pensar en nada más. El resto, como suele decirse, es historia. Rhys y Ginger llegaron para quedarse y el otro proyecto quedó olvidado.

Las alas de Sophie

Mi regalo de Navidad el año que estaba escribiendo Las alas de Sophie fue un viaje a Ámsterdam, la ciudad donde se desarrolla gran parte de la historia de Simon, Koen y Sophie.

Fue inesperado y me encantó la experiencia de recorrer las calles, parques y establecimientos con ellos en la cabeza. Al regresar a casa, cuando me sentaba a escribir, los veía caminando por todos esos escenarios.

Bilogía Deja que ocurra

Byron Bay, el lugar donde se desarrolla gran parte de esta historia, determinó los gustos de los protagonistas y su forma de vivir: detalles como el surf, el ambiente relajado, la manera de ver el arte o el entorno familiar. También Los Beatles. En esa época me dio por escuchar sus canciones y, cuando quise darme cuenta, ya estaban dentro de la historia.

«Let it be», que tradujimos como «Deja que ocurra», terminó dando nombre a la bilogía y, probablemente, es la frase que más lectoras se han tatuado. Aún me cuesta creerlo. Además, «Yellow submarine» adquirió un significado muy especial.

Tú y yo, invencibles

Es, quizá, la novela que más he disfrutado escribiendo. Se me ocurrió tumbada en la alfombra del comedor. «¿Y si contase la tormentosa historia de un matrimonio durante los años ochenta?» Documentarme, lejos de ser un proceso tedioso, fue interesante y divertido.

La banda sonora me acompañó durante todo el proceso, en plena pandemia. Me costó poner el punto y final porque no quería despedirme de ellos. ¡Hasta me planteé escribir otra novela independiente ambientada en la misma época! Y un par de años después pude ir con mis amigas al Penta, el local donde se conocieron Lucas y Juliette.

El chico que dibujaba constelaciones

Le tengo un cariño especial a esta historia. El primer boceto lo acabé en apenas veinte días. Estaba pasando un momento difícil y escribir me ayudó mucho. Además, la novela está inspirada por mis abuelos y los recuerdos de aquellos veranos largos y eternos que han quedado atrás.

Como no encajaba en mi línea editorial, la autopubliqué en Amazon. Tuve muchas dudas. Horas antes, incluso me planteé dejarla guardada en un cajón y ya está. Afortunadamente, no lo hice. Años más tarde llegó a librerías reeditada y corregida. El boca a boca siempre ha sido el gran aliado de esta historia.

El mapa de los anhelos

Ya había intentado contar la historia de Grace tres años atrás, pero me faltaban tantas piezas que la dejé tras escribir apenas unas páginas. La trama alrededor de su hermana y de su familia no era suficiente. Cuando revisé la libreta donde apunto todas las ideas y le comenté a mi editora varias opciones que llevaba tiempo barajando, me dijo: «esa me gusta». Así que le di una vuelta de tuerca.

Y apareció Will llevando debajo del brazo el mapa de los anhelos. Entonces sí: ya todo encajó. Al preguntarme por la cubierta, tan solo pedí que fuese morada. Escribir puede ser algo muy sensorial y yo asocié ese color a la novela porque durante todo el proceso de escritura veía volutas de humo púrpuras alrededor de ellos.

La teoría de los archipiélagos

Fue una novela que escribí por placer, sin hablarlo antes con mi editora, así que no sabía qué haría con ella al terminar. Al ver a un hombre mayor, me pregunté qué habría sido de su vida y empezaron a aparecer las piezas. Cuando me senté a escribirla, la protagonista se llamaba Vera y él…, bueno, para el chico no lograba decidirme entre dos opciones: Isaac y Martín. Con el cursor parpadeando en la pantalla me planteé una y otra vez qué nombre sonaba mejor. Los dos me gustaban. Así que, al final, incapaz de elegir, comprendí que la opción más fácil era quitar a Vera. Y eso hice.

La historia, salvo algún que otro detalle, no cambiaba. El planteamiento era: «¿qué ocurriría si vivieras un amor de verano mientras tu otra vida te espera en Madrid?» Después, incluimos en la edición ilustraciones que representan el cuaderno de bocetos de Martín.

Donde todo brilla

¡Escribí seis versiones de esta historia! ¡Seis! Tenía clara la idea: dos amigos que se conocen desde niños y un entorno familiar alrededor de la pesca de la langosta. Sin embargo, no terminaba de dar con la clave. Quité a un personaje. Dudé sobre si hacer una bilogía o recortar. Cambié de narrador mil veces. Eliminé más de un tercio de lo que llevaba escrito… hasta que di con la estructura perfecta y todo empezó a fluir.

En la novela, Nicki y River cumplen años el 2 de junio, el mismo día que mi hijo pequeño y mi abuela, que se llevan exactamente ochenta y tres años. Mi chico y yo también compartimos cumpleaños. Así que la historia comienza así:

«Según la paradoja del cumpleaños, en un grupo de veintitrés personas hay una probabilidad de más del cincuenta por ciento de que al menos dos de ellas cumplan años el mismo día. En un conjunto de sesenta personas, la probabilidad es casi del cien por cien. La gracia de esta verdad matemática es que contradice la intuición común porque la gente tiende a pensar que es mucho más difícil coincidir».

Si quieres saber más sobre la autora y sus novelas, te contamos algunas cosas que quizás no sabes sobre Alice Kellen, sus gustos y pasiones literarias.

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