El cómic independiente estadounidense actual ha puesto a nuestro alcance una oferta tan variada como suculenta. Tanto si somos amantes de la comida rápida y los sabores más tradicionales del noveno arte, como si valoramos por encima de todo la creatividad e ingenio de la “nouvelle vignette”, siempre encontraremos un plato al gusto del consumidor. Pero entre tantas alternativas resulta fácil perderse y se nos puede pasar por alto alguna exótica delicatessen. Sin duda, esta etiqueta va como anillo al dedo a Chew, una peculiar serie hervida a fuego lento por el guionista John Layman y aliñada con mucho mimo por su compañero y dibujante Rob Guillory. 

La receta básica para un único comensal incluye un buen filete de género neo-noir, adobado generosamente con una buena dosis de acción e intriga y un delicioso rebozado de hilarante humor negro. La propuesta se acompaña de unos lápices especiados, vigorosos y de intenso retrogusto con el pasar de las páginas. En combinación, un manjar para paladares selectos que no encontraréis en restaurantes, pero sí en las mejores librerías. ¡Y además con todos los beneficios de su nueva edición integral! No dudes en reservar mesa con Layman y Guillory para hincarle el diente a una de las mejores cabeceras publicadas por Image Comics en las dos últimas décadas. 

Portada Chew Integral nº 01/03

Primer integral de esta serie deliciosa.

Tony Chu es un detective con un secreto. Uno muy raro. Tony Chu es cibópata, lo que significa que obtiene una impresión psíquica de todo lo que come. También significa que es un detective genial mientras no le importe masticar el cuerpo de las víctimas de asesinato para descubrir al culpable y el porqué.

Y ahora ha sido contratado por la División de Crímenes Especiales de la FDA, la agencia gubernamental más poderosa del planeta, para investigar los casos más extraños, asquerosos y estrambóticos.

He aquí una serie retorcida y oscura sobre polis, ladrones, cocineros, caníbales y clarividentes.

Editorial: Image.

Es cierto, Chew no tiene ninguna estrella Michelin, pero fue reconocida en 2010 como la Mejor Serie Regular en los Premios Eisner y Harvey.  Es también el trabajo que acabó por situar a Layman en el mapa después de empezar su carrera en el mundo del cómic como editor del sello Wildstorm y firmar algunos primerizos trabajos alimenticios ligados a licencias como Thundercats, Army of Darkness y Xena: Warrior Princess. Además, la serie de Layman y Guillory tiene el honor de haber presenciado desde primera línea de fuego la detonación por todo lo alto del boom del cómic independiente de principios de este siglo. Aunque ese no es el único motivo -ni el más importante- para acercarse a esta exquisitez.

En ese sentido, Chew nos ofrece un menú de lo más ingenioso y saludable. Nos propone una ucronía ambientada en un universo paralelo al nuestro donde se produjo una pandemia de gripe aviar que solo en Estados Unidos provocó la muerte de 23 millones de personas. Esto obligó al senado a aprobar una enmienda a la Constitución para prohibir el consumo y el comercio de cualquier tipo de producto avícola. Pero los negocios clandestinos, los negacionistas y la corrupción política hacen rápidamente acto de presencia. Esto lleva a la creación de la División de Crímenes Especiales de la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos, la organización de la que entra a formar parte al principio de la historia el expolicía antivicio de Filadelfia Tony Chu.

Pese a las semejanzas con nuestra presente realidad, hemos de advertir que cualquier parecido con personas verdaderas, vivas o muertas, o con hechos reales presente en este cómic son pura coincidencia.

Pero por si su argumento no fuese suficiente reclamo, Chew también destaca por la calidad de sus ingredientes. Todo ellos de primera calidad. Empezando por sus carismáticos y sorprendentes personajes. Tenemos a su trágico y sufrido protagonista, un Chu capaz cuya particularidad es la de poder obstener una  impresión psíquica de todo lo que come. Eso significa ser un cibópata… ¡y, creednos, no es tan guay como suena! También tenemos al misterioso agente Mason Savoy, un «cruce entre Orson Welles y un oso pardo», a la crítica gastronómica saboescribana Amelia Mintz, y, por supuesto, Poyo, un pollo -valga la redundancia- experto en lucha libre mexicana. Eso sin mencionar a los vampiros, policías con prótesis cibernéticas, cocineros caníbales y demás mandanga que encontraréis en esta locura de serie. 

Pero el reparto de esta historia es solo parte de un sofrito que acompaña perfectamente a una trama disparatada, inteligente y satírica, salpimentada con unos jocosos diálogos y una clara inspiración en la narrativa cinematográfica moderna. Sumad a esto sus continuos y espectaculares cliffhangers, su lúcido manejo del flashback, unas buenas dosis de gore culinario que harían las delicias de Hannibal Lecter y sus coqueteos con otros géneros como la ciencia ficción, el terror y la fantasía. Una muestra impecable de la mejor gastronomía de fusión. Como se suele decir en estos casos… ¡Rico, rico y con fundamento!

Aunque no mentiremos diciendo que este es un cómic para todos los públicos y estómagos. Chew es un auténtico plato gourmet destinado a aquellos convidados que valoren tanto el fondo como la forma y estén siempre abiertos a experimentar, probar todo tipo de sabores, texturas y sensaciones nuevas. Ese es el principal valor de esta serie, ser un plato de vanguardia tan elaborado y gustoso como divertido. Tanto que si esto se tratase de un artículo gastronómico solo podríamos acabarlo de una manera, asegurando que estamos ante un banquete… ¡para chuparse los dedos!

Jordi T. Pardo

Historiador y miembro de la ACDCómic

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Chew. Bon Appétit!

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